Las estaciones de investigación humana en Antártida están generando un grave problema

Fuente: Elespectador.com

La “huella” de las actividades humanas y los impactos asociados en la Antártida continúa creciendo a medida que los programas antárticos nacionales establecen, amplían, modernizan y reconstruyen estaciones de estudio allí. Actualmente, según una investigación publicada en Plos One, hay 112 estaciones de investigación científica o instalaciones nacionales establecidas en la Antártida, incluidas operaciones durante todo el año y únicamente en verano. Muchas estaciones han estado operativas durante años: 44 estaciones establecidas antes de 1980, otras 35 establecidas entre 1980 y 2000, y al menos 16 desde 2000.

Antes de la década de 1980 se prestaba poca atención a los impactos ambientales de las actividades de las estaciones en este continente. Incluso, los desechos y la basura se eliminaban arrojándolos en vertederos, sobre el hielo marino o en el océano. A partir de 1990, sin embargo, las prácticas de gestión ambiental mejoraron enormemente, en gran parte debido a la introducción y ratificación del Protocolo sobre Protección Ambiental del Tratado Antártico (conocido como Protocolo de Madrid). Hoy la mayoría de los residuos se exportan desde el continente. Sin embargo, las prácticas históricas han dejado un legado.

Como la mayoría de las estaciones están ubicadas en áreas costeras, esto puede conducir a la contaminación de los ambientes marinos locales. Como no se sabe cuánto tiempo persistirá la contaminación existente o si los procesos naturales atenuarán y/o distribuirán los contaminantes más allá de las áreas contaminadas, un grupo de investigadores está intentando echar luz sobre el tema, estudiando el impacto ambiental de la estación Casey de Australia, que consta de 18 edificios permanentes y una capacidad de 120 personas.

Hasta 1986, los desechos sólidos de la estación Casey se eliminaban en un vertedero de desechos sobre el suelo en Thala Valley, en la costa de Brown Bay. Los materiales eliminados incluían cenizas, piezas de vehículos, baterías, bidones de aceite vacíos y otros metales, vidrio, plástico, papel, cartón, madera, cuerdas, ropa, materiales de construcción, asbesto, cemento, caucho, bloques aislantes y bidones de residuos químicos no identificados y aceites usados. En reconocimiento de las obligaciones de Australia en virtud del Protocolo de Madrid, en el verano de 1995/96 se retiraron del vertedero de desechos 150 toneladas de desechos (principalmente grandes desechos metálicos y tambores) y el material restante de la superficie se almacenó para su futura gestión. También se añadió un corto camino de acceso a través del hielo y la nieve. Esta actividad resultó en la dispersión de contaminantes dentro del sitio y la movilización de material contaminado hacia el mar, lo que probablemente haya aumentado la contaminación.

Para medir el impacto ambiental de esta estación, los investigadores recolectaron muestras de sedimentos durante las temporadas de campo entre 1997 y 2015 ya sea por buzos con sondas manuales o con un dispositivo de captura de sedimentos operado de forma remota. Encontraron altas concentraciones de hidrocarburos (compuestos que se encuentran en los combustibles) y metales pesados, como plomo, cobre y zinc. En algunos casos, las cifras eran similares a los que hay en los puertos de Sydney y Río de Janeiro.

“Es necesario considerar más a fondo la prevención de la contaminación del medio marino en las estaciones antárticas. Algunas de las fuentes de contaminación son relativamente fáciles de mitigar: por ejemplo, las tecnologías modernas de tratamiento de aguas residuales pueden producir agua ultra limpia que no representa ningún riesgo ambiental. Sin embargo, las prácticas actuales de tratamiento de aguas residuales de las estaciones generalmente van muy por detrás de los avances tecnológicos”, concluye el estudio.

Las mejoras a los sistemas de gestión ambiental también ayudarían a limitar la contaminación proveniente de fuentes de estaciones, como las que plantean el almacenamiento y transferencia de combustible. Los derrames y fugas de hidrocarburos, de hecho, son relativamente comunes en la mayoría de las estaciones. Entre 1988 y 1999, se informaron al Consejo de Administradores de Programas Antárticos Nacionales (COMNAP) 93 derrames de hidrocarburos superiores al límite de notificación de 200 L, con otros 58 incidentes entre 1999 y 2000. En una sola estación australiana se notificaron 38 derrames entre 2008 y 2018.

“Este estudio -finalizan los investigadores- proporciona evidencia para respaldar mayores esfuerzos de monitoreo en todo el continente, aumentar la conciencia sobre los impactos potenciales de las estaciones de investigación en el medio ambiente antártico e informar las prácticas de gestión ambiental”