ENTREVISTA AL FUNDADOR

Llama la atención este hombre que transmite paz y tiene pinta de gringo: alto, guapo y desgarbado. Que ama los glaciares, y le importan las avalanchas y los túneles, y que entre sus pasiones el montañismo y la navegación ocupan los primeros lugares. Pero que además, suena tan humilde como seguro cuando habla de sus logros y sus retos.
Nacido en Chile, es hijo de un inmigrante de Croacia y de madre primera generación nacida en Chile con padres de la misma procedencia. Es croata porque sus padres lo son, pero también, por haber cursado estudios en ese país, en el cual vivió durante 6 años junto a sus progenitores en un período de su temprana juventud. Es decir, Cedomir Marangunic por todos los lados cumple con los requisitos para ser croata y chileno.

Sus padres llegaron a Chile por las mismas razones de muchos que salieron de Europa a mediados del siglo pasado. “En parte arrancando de la conscripción para la Primera Guerra Mundial, y en parte porque eran de Dalmacia, una región bella pero con muy pocas posibilidades de desarrollo”. Simplemente buscaban una mejor posibilidad de vida.

Muchos emigrantes croatas hoy están repartidos por América. Unos llegaron buscando el oro prometido en las minas de Bolivia, y luego de un mes completo de viaje muchos desembarcaron en Buenos Aires, donde se quedaron. Hoy hay una gran cantidad de croatas en Argentina.

Otro importante contingente desembarcó en Magallanes, que en ese entonces también vivía la fiebre del oro. Muchos pensaron que era su oportunidad de hacerse rico y se quedaron en Punta Arenas. El resto siguió a Antofagasta para subir a Bolivia. Esto explica la gran cantidad de descendientes croatas que viven en Antofagasta; en parte son aquellos que siguieron a Bolivia pero que se regresaron ante la imposibilidad de resistir los 4.000 metros de altura. Ellos eran gente de mar.

Así se explica el origen de los dos grandes grupos de croatas que hay en Chile, uno en Antofagasta y el otro en Punta Arenas, aunque en la actualidad todo parece indicar que la mayoría de sus descendientes se radicó en Santiago o en sus alrededores, como Cedomir Marangunic, que fijó su residencia en el Cajón del Maipo hace ya muchos años, donde vive con su familia, sus hijos y sus nietos y donde instaló su empresa, Geoestudios.

De retorno en retorno
Era un adolescente de no más de 11 años cuando la familia se regresó a Croacia. Su padre se había convertido en un activo militante del Partido Comunista en Punta Arenas, y “durante la época de la presidencia de González Videla fue amablemente invitado a abandonar el país: o Pisagua o se va”, le dijeron. “Eso fue en 1948, después de la II Guerra Mundial, cuando todo el ámbito eslavo de Europa estaba dominado por la Unión Soviética. Terminamos yéndonos para Croacia, la que entonces era parte de Yugoslavia”, recuerda.

Partieron un poco a la aventura: sus padres, un “tío regalón” (jefe del Servicio de Salud de Magallanes por ese entonces), él y su hermano. A la vuelta de 6 años se produjo el regreso a Chile.

“Razones pueden haber muchas, pero sospecho que mi madre nunca se acostumbró… Yo tenía 11 años cuando me fui y 16 cuando volvimos; obviamente los problemas de la subsistencia diaria no eran mi responsabilidad, pero haciendo recuerdos me doy cuenta que era una tragedia conseguir cualquier cosa; que los sueldos eran bajos, los bienes materiales escasos, había mercado negro… en fin, todo lo típico que ocurre después de la guerra… era una vida difícil”. Sin embargo él lo pasó bomba, y recuerda aquellos tiempos con gran alegría y emoción.

En definitiva, una madre que no se acostumbró y un padre desencantado del régimen apuraron el regreso. Aquí los esperaba el resto de la familia y los negocios -una imprenta y una librería- que su padre había iniciado en sociedad con sus hermanos antes de partir. No era un retorno al vacío pues había donde llegar.

La vida le siguió sonriendo al adolescente debido al alto nivel de la instrucción recibida en el colegio croata. “Convalidé los estudios e hice el sexto de humanidades en el liceo de Punta Arenas… venía tan avanzando en materias como matemáticas y ciencias básicas que los profesores me dejaban haciendo clases… claro que no de historia”, dice risueño. Esto le ayudó muchísimo en la reinserción, además del amor de los tíos y primos con los que se reencontró. No fue nada traumático su retorno.

Su ingreso a la universidad fue un mero trámite. Entró a la Escuela de Ingeniería de la Universidad de Chile y como la mayoría de los estudiantes en algunas cosas le fue bien y en otras mal.

Pero la verdad es que no se sentía a gusto, y de eso se enteró un amigo de Punta Arenas, Arturo Hauser, que había entrado a estudiar Geología en la misma Facultad de Ciencias y Matemáticas -cuando ese Departamento se estaba formando- atraído por la actividad de la ENAP en su búsqueda de petróleo. “Me convenció con argumentos irresistibles… yo ya había pasado un año medio tristón en Ingeniería y él me aseguró que pasaríamos en terreno, de camping, escalando los cerros, y como esas eran mis debilidades no me fue difícil tomar la decisión. Así me fui a Geología”.

La vida le cambió y pudo desarrollar aquellas actividades que tanto le atraían: el montañismo, las excursiones, perderse en los nevados, estudiar los glaciares. Se convirtió en un guía para expediciones al tiempo que culminaba sus estudios superiores en 1961.

“Creo que fue ese año cuando en una expedición a la Patagonia nos encontramos con un grupo de ingleses que pretendía atravesar el campo de hielo patagónico y escalar algunos cerros. El grupo estaba dirigido por el famoso montañista inglés Erick Shipton, e integrado por un glaciólogo no menos importante, el Dr. Jack Ewer”.

La mención de este recuerdo le hace reír con ganas. “Tengo que reconocer que nuestro grupo, formado por estudiantes recién egresados de la Chile, era harto pobre… no teníamos apoyo, ni recursos, ni nada, así que andábamos con los jeans rotos, las cuerdas de escalar medio deshilachadas, sombreros con hoyos… un desastre!!! Con el paso del tiempo nos hicimos muy amigos con Ewer, viajamos juntos a muchas partes, y un día él nos contó que cuando nos cruzamos en el Lago O’Higgins, y nos saludamos formalmente, ellos se habían quedado comentado lo andrajosos que éramos…”.
A este buen amigo le debe haberse animado a realizar el doctorado en Geología y Glaciología en la Universidad de Ohio, a donde partió en 1964 y retornó en 1968.

Los glaciares, los estudios y el amor
Margarita, su mujer, es hermana de uno de sus compañeros de aventura de Punta Arenas. Era bella –aún lo sigue siendo- y el romance se armó. “Yo ya estaba trabajando y estudiando en Santiago y entonces decidimos mantener la relación así hasta que yo terminara la Universidad, obtuviera un trabajo en mi profesión y después casarnos”. Y así fue.

No tuvieron que esperar mucho porque prácticamente el mismo día que egresó le ofrecieron trabajo en lo que entonces era el Instituto de Geología de esa Universidad. El subdirector había sido su profesor y pensó que este joven sería un buen aporte para el Instituto. Lo contrató junto a otros recién egresados.

Señala que más que hacer clases lo que más le gusta es transmitir lo que sabe. “A lo largo de toda mi vida profesional, incluyendo los años en Estados Unidos y otros tantos como consultor, siempre he estado tratando de hacer esto. Mi experiencia atrae a los muchachos porque no son cosas que aparecen en los libros… Estimo que se les abren nuevos mundos, otras perspectivas, y eso me entusiasma”.

Geoestudios
Corría 1974 cuando Cedomir Marangunic fue designado Director del Departamento de Geología de la Universidad de Chile. El Decano de la Facultad de Ciencia Físicas y Matemáticas era el mismo personaje que lo invitó a trabajar en el Instituto de Geología.
Pasó varios años en el cargo hasta que cambió el Decano. Durante ese período percibió lo que siempre ocurre en las universidades: la falta de recursos, de lo que pueden dar fe la gran mayoría de los directores de departamento de las universidades hasta el día de hoy.

“Yo di todas las peleas tradicionales, con ambos Decanos, para obtener más recursos, pero sin resultados. Era fines de 1979 y pensé que una de las formas de obtener financiamiento para mi Departamento era prestar servicios, algo que en ese entonces era muy mal visto… que alguien de la Universidad prestara servicios afuera, o obtuviera un contrato, era casi un insulto…”.

Marangunic fue pionero en una práctica que hoy es común y prestigiosa pero no en ese entonces. Igual decidió seguir adelante con su idea. “A poco andar esto llegó a oídos del Decano y me dijo que yo no estaba haciendo las cosas bien y  elegantemente me despidió”. Fue cuando decidió re-enrumbar su camino y salió de la Universidad sin dar la pelea por continuar.

Durante esos años se había hecho de numerosos amigos y varios de ellos, geólogos consultores, lo invitaron a unirse para compartir oficinas en una primera etapa. Fue este grupo el que decidió en un momento dado formar un empresa de estudios, dando origen a Geoestudios. Hoy es el único que queda de esa iniciativa.

El objeto de sus pasiones
A estas alturas de la vida, mirando en retrospectiva, no deja de ser interesante preguntarle a Cedomir Marangunic qué áreas o disciplinas le apasionan más de su carrera.

“Hay muchas cosas que me encanta hacer, pero lo que más me agrada indudablemente  es todo lo que tiene que ver con el ambiente frío: nieve, hielo, glaciares… Sin embargo he trabajado mucho y me siento igualmente grato cuando hago cosas en geotecnia, en el más amplio sentido de la palabra”.

Se refiere a excavación de túneles; a estudios de las fundaciones para grandes obras civiles como embalses de relave, de agua. “¿Y por qué me atraen tanto? –se pregunta-, porque creo que uno hace una contribución práctica real. Y también porque uno está obligado a hacer las cosas bien, o sufrir las consecuencias”.

El largo currículo de su empresa y el suyo propio habla de cientos de kilómetros de excavación de túneles. “He pasado varios años de mi vida metido dentro de estas construcciones, y en faenas que tienen que ver con la alta geotecnia, fundaciones de edificios y de grandes obras como muros para centrales hidroeléctricas, para embalses de agua y otras de esa envergadura”.

Pero su principal pasión es todo aquello que tiene que ver con lo que se denomina geología de glaciares, “que es la investigación geológica para entender el pasado más reciente, cómo han avanzado los glaciares y porqué, hasta dónde llegaron, el efecto de la erosión, la formación de valles… En fin, el ámbito de los glaciales con todo lo que eso significa”.

Son cientos los estudios, investigaciones y proyectos que dan cuenta de este amor incondicional que lo han convertido en la mayor autoridad de Chile en la materia.

Las preocupaciones del geólogo
Su percepción de que abundan estudios y se materializan proyectos de manera poco prolija en el área de la geotecnia, es una de las grandes preocupaciones de Cedomir Marangunic. Dada su experiencia en grandes obras, conoce bien los peligros y riesgos –que son cosas diferentes, aclara-, que ocasionan y pueden afectar a muchas personas. Señala que le ha tocado vivir ese tipo de problemas.

“Y percibo que en Chile y en muchas otras partes del mundo hay profesionales que no hacen las cosas bien. Yo no digo que hago las cosas perfectamente bien, pero trato de hacerlas, y me da la impresión de que esa voluntad no siempre está presente. Y cuando se producen víctimas me duele tremendamente… lo siento como algo personal. Gente que muere por avalanchas, por derrumbes, porque no hubo control o pudo preverse y no se hizo, simplemente me desarma…”.

Virtualmente todo riesgo puede preverse, asegura, y muchas veces lo que prevalece es un problema de costos para desarrollar el estudio respectivo… ”Esto me molesta, y me ha convertido muchas veces en un vocero inoportuno por dar la voz de alerta sobre algo que a mi juicio se ha hecho mal”.

Cuando el corazón late
Sin duda que los eventos profesionales que le han dado las mayores satisfacciones y colman sus intereses están relacionados con los glaciares. En ese orden de ideas le consultamos qué es lo que más le emociona.

-Lo que hacemos ahora- dice sin dudar. Tratar de generar un nuevo glaciar. Esto es algo que trasciende… trasciende a la empresa para la cual estamos trabajando, trasciende a Chile, y si realmente logramos hacerlo será útil para todo el mundo. De hecho, ahora que recién la División Andina de CODELCO nos ha autorizado contarlo, están apareciendo muchísimas personas interesadas en participar.

– En pocas palabras, de entre todas las cosas que he hecho, esto de aprovechar los glaciales, poder renovarlos y poder regenerarlos, lo que llamamos “manejo de glaciares”, es realmente  un tema de grandes perspectivas.

Hoy en día cuando el mundo entero parece preocupado por el futuro abastecimiento del vital líquido, en las investigaciones que este experto adelanta en la Región de Valparaíso bien podría estar parte de la respuesta. Es razonable entonces que señale que “de tantas cosas que hecho, de las cuales me siento satisfecho y créame que son muchas, ésta es sin duda la más trascendente”.

Peligros. Emociones. Un mensaje
Pero el trabajo de un geólogo también tiene –y cómo no- su lado riesgoso. Se lo consultamos.

-Sustos propiamente tal no he pasado porque a la muerte no le he temido… aunque claro, situaciones de riesgo sí ha habido muchas. Por ejemplo en los años 88 cuando colapsó el túnel de desvío del Río San Francisco, en La Disputada, y comenzó a formarse una laguna detrás de un tremendo muro de embalses de relaves … si esa laguna rompía el embalse la catástrofe era inevitable.

Geoestudios había asesorado revisando las condiciones del túnel advirtiendo a la compañía que necesitaba reparación inmediata.  Pero la reparación se postergó y el túnel colapsó. Y una noche, con el agua hasta el cuello, se vieron forzados a tomar decisiones extremas sin tener muy claros los resultados: rompieron los sellos del muro cruzando los dedos para contener el desborde. “Si pasaba lo peor, que el muro se fuera, las víctimas serían varios miles… el barro iba a llegar prácticamente a metros de la Plaza de Armas en Santiago. Ese fue el cálculo que se hizo después”.

El episodio le recuerda otros, como uno ocurrido en un túnel en el Sur y una situación en la Patagonia “donde casi nos hundimos… Ahora que lo pienso tengo hartas emociones que contar”.

Entre estas últimas, la ocurrida en 1998, cuando Geoestudios se encontraba realizando uno de los primeros trabajos en glaciares para la División Andina de CODELCO. El rajo de la mina se encontraba cubierto y rodeado de glaciares de roca, y para poder trabajarlo había que remover ese material inerte. Esto se hacía con la flota de camiones que continuamente circula para llevar a cabo el despeje y posterior descarga en los alrededores.

Obviamente el tránsito de estos camiones es por encima de los glaciales; pero éstos se mueven y deforman, por lo que en esos caminos continuamente se producían grietas que entorpecían una circulación expedita.

-Entonces Andina solicitó nuestra experticia para reducir la velocidad de movimiento -y el agrietamiento- de los glaciales a no más de 7 metros al mes. Luego de realizar estudios sobre el tema, de crear modelos computacionales, simulaciones, y muchas otras acciones, les propusimos realizar determinadas excavaciones de hielo; sacar material de un lugar y removerlo a otro; y les señalamos que siguiendo nuestras indicaciones las velocidades se iban a reducir a lo que la empresa deseaba… Ellos siguieron al pie de la letra nuestras instrucciones y los resultados fueron exactos. Hasta a nosotros nos sorprendió la precisión de los mismos considerando las incógnitas del problema.
Grandes sumas de dinero requirió materializar el proyecto, fueron cientos de miles de toneladas las que se movieron, pero el problema se acabó. “Pudimos ver los resultados al poco tiempo, hecho que además de  satisfacernos muchísimo nos llevó a concluir dos cosas importantes: que podemos hacer grandes contribuciones en esta materia y que realmente podemos manejar glaciares. Ahora pensamos en generar nuevos glaciares”.
Sin duda lograr generar un glaciar es el mayor aporte que un científico como Cedomir Marangunic podría soñar con legar a su país y al mundo.

Finalmente le consultamos acerca del tema que tiene a la mitad del globo de cabeza y que está directamente relacionado con las áreas de su mayor expertice: los glaciares y sus respuestas a los cambios climáticos. Su opinión es clara y contundente:
 -Sobre este tema y sus efectos sobre los glaciares se ha dicho mucho; demasiado, creo, y no sé si uso la palabra adecuada pero creo que ha faltado seriedad y profundidad en las afirmaciones. Tal vez sea lo políticamente correcto, o esté de moda,  decir que este cambio se debe a causas antrópicas, como las emanaciones de gases de efecto invernadero, pero esto lleva a que otros se embarquen en ese carro y propongan soluciones simplistas como usar menos vehículos o quemar menos carbón, desconociendo la gran problemática real que hay detrás.

“Son muy pocos a los que se escucha decir que parte importante del cambio climático es de efecto astronómico. Pues bien, hagamos lo que hagamos no podemos tratar de cambiar la elíptica de la tierra alrededor del sol, o la inclinación del eje terrestre, y eso los especialistas lo saben. Saben que cambios climáticos como el que ocurre ahora han ocurrido en pasados recientes. Hace pocos miles de años atrás ha habido cambios de 3, 4 ó 5 grados de temperatura en un siglo, y sin la intervención del hombre”, asegura. Lo que lamenta es que habiendo un bagaje tan grande de conocimiento especializado en el tema, éste se banalice. “Las causas básicas, astronómicas, del cambio climático en el pasado están muy probadas, y me sorprende lo poco que muchos especialistas las incorporan en la discusión…”.

Cedomir Marangunic sólo pide mayor prolijidad a la hora de tratar temas tan sensibles como el cambio climático, el calentamiento global, las avalanchas… mal que mal son temas que le competen y le importan demasiado.

Santiago, enero de 2010
S. Araya M.