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En medio de la presión de Codelco por la Ley de Glaciares, nuevo estudio revela que los grandes hielos de la RM se derriten sí o sí

Fuente: Elmostrador.cl

Como parte del fuerte lobby que ejerce para frenar los alcances de la Ley de Glaciares, Codelco envió la semana pasada un catastrofista oficio a la Comisión de Minería y Energía del Senado, en el que advertían que, de despacharse a Sala el proyecto tal cual está, las operaciones mineras podrían verse reducidas en un 40%, con las respectivas consecuencias económicas.

Estas alarmantes advertencias, que responsabilizan a la protección del ambiente periglaciar, permafrost y cuenca glaciar de los efectos negativos para el desarrollo futuro de la industria, coincidieron con los resultados de un reciente estudio científico que puso en evidencia que los glaciares de la Región Metropolitana (RM) están en un riesgo acelerado de perder su hielo, producto del cambio climático global y del clima del país.

El estudio colaborativo de los departamentos de Geología e Ingeniería Civil de la Universidad de Chile, junto al Centro Avanzado de Tecnología para la Minería (AMTC), muestra que los glaciares de la zona central están absorbiendo más energía solar que antes, lo que –junto a otras causas– los pone en riesgo permanente de disminuir su masa.

La investigación “Reducción del albedo glaciar y efectos de la sequía en los Andes extratropicales, 1986-2020”, de Thomas Shaw, Genesis Ulloa, David Farías-Barahona, Rodrigo Fernandez, José Lattus y James McPhee, publicada en el Journal of Glaciology, demuestra que los glaciares de las regiones de Valparaíso, Metropolitana y O’Higgins están cada vez más vulnerables a procesos de pérdida de masa, producto del oscurecimiento del hielo y su efecto en la absorción de radiación solar, conocido como efecto de albedo.

Resultados

Genesis Ulloa, geóloga y una de las investigadoras principales del estudio, aclara que esta es la primera vez que se pudieron estimar las reducciones del albedo glaciar, gracias a las recientes imágenes satelitales que emanaron de la NASA, ya que antes, con los procedimientos convencionales –explicó– que “incluían equipos gigantes y carísimos, solo se obtenían resultados puntuales”, que no lograban dar cuenta de la magnitud del problema.

“Al considerar tres décadas del comportamiento de los glaciares y el clima, estos resultados se contrastaron con períodos críticos, como lo es la megasequía y el año 2020, que muestra los resultados más desalentadores. Ese fue el último año de estudio, con tendencia de disminución del albedo de -0,14, lo que se correlaciona con 90% de disminución de las precipitaciones anuales en la zona central del país. Es el año con el albedo menor, comparado con la década anterior”.

El profesor del Departamento de Geología de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas (FCFM) de la Universidad de Chile y parte del equipo de investigación, Rodrigo Fernández, destaca la relevancia de estas masas de hielo tan cerca de la capital.

“Los glaciares de la zona central del país son importantes para el suministro de agua porque alimentan acuíferos y ríos en las estaciones secas. Compensan la variación anual de las precipitaciones y permiten que tengamos agua para consumo, cultivos u otros usos, durante todo el año. Además, los glaciares son el principal reservorio de agua fresca durante periodos de sequía como la que hemos tenido los últimos años”, detalla.

Energía que absorbe el glaciar

El estudio consideró 18 glaciares cordilleranos desde 33° sur (a la altura de Valparaíso) a 34° sur (a la altura de San Francisco de Mostazal).

“Muy poca gente sabe que hay glaciares en la Región Metropolitana. Estudiamos los más cercanos a Santiago porque, más al sur, hay volcanes que podrían alterar los parámetros del componente hidrotermal. Nos enfocamos en el albedo porque los glaciares estaban reduciendo su volumen, su masa, y el albedo es el parámetro más importante del balance de energía, es decir, cuando se calcula la energía disponible para que se pueda ganar o perder masa o volumen”, puntualizó el académico.

Además, señala que eligieron esta variable relacionándola con el cambio climático, “específicamente con el cambio de temperaturas y precipitaciones en los últimos 30 años en la zona central, porque es la zona donde los glaciares han presentado una mayor variabilidad en su retroceso por la megasequía”.

El albedo es un indicador de cuánta energía solar se absorbe y cuánta se refleja: “Viene un rayo de sol, llega a una superficie y hay una cierta energía que va a entrar en la superficie y hay otra que va a salir. El albedo me va a decir cuánto de esa energía solar que venía del exterior se reflejó y cuánta se absorbió en el glaciar. Si es gran cantidad que se absorbe, habrá más energía disponible para que el glaciar se derrita y siga retrocediendo”, explica Ulloa.

Megasequía

Esta investigación colaborativa de los departamentos de Geología e Ingeniería Civil de la Universidad de Chile junto al Centro Avanzado de Tecnología para la Minería (AMTC) y la universidad alemana Friedrich-Alexander-Universität Erlangen-Nürnberg usó el albedo como medida que va entre cero y uno, donde los valores cercanos a cero significan mayor absorción de energía y albedos cercanos a uno implican energía reflejada. Si se tienen resultados promedios bajos, esto indicaría que existe mayor cantidad de hielo que de nieve en el glaciar.

“La tendencia es -0,03 para los años 1986 a 2020, eso quiere decir que este parámetro, que es pequeño, cada vez se hace más pequeño, por lo que hay menos cantidad de nieve y mayor de hielo en los glaciares. Después de ver los resultados le cambiamos el título a la investigación, porque inicialmente solo era una relación entre cambio climático y albedo, pero incorporamos los efectos de la megasequía en Los Andes extratropicales, entonces efectivamente logramos ver una correlación entre las precipitaciones y el albedo. El promedio de albedo en el período de megasequía es de 0,25 a 0,5 y disminuye -0,05 promedio en comparación con 1986- 2009, donde la mayor reducción ocurre entre 3.500 a 5.000 metros sobre el nivel del mar, donde se esperaría tener valores más altos o cercanos a cero asociados a la nieve”, comenta Ulloa.

Fernández sostiene que estudios recientes de glaciares de la zona estudiada muestran una reducción a una tasa mayor que glaciares en zonas desérticas del norte y de la zona centro-sur (Maule-Los Lagos), pero aún a tasas menores que el decrecimiento observado en la Patagonia.

“La mayor cantidad de población del país está en la zona centro, que ha sido mayormente afectada por la sequía prolongada. Nuestro estudio muestra que los glaciares de las regiones Metropolitana y O’Higgins están cada vez más susceptibles a derretimiento, porque la superficie de hielo expuesto está absorbiendo más radiación solar. Esto se puede deber a diversas causas, que pueden o no estar bajo nuestro control directo. Por ejemplo, los vientos podrían estar llevando polvo de labores cercanas o de los valles, material particulado de la ciudad o cenizas de incendios hacia las superficies de los glaciares, afectando su poder de reflejar la radiación del sol, haciéndolos más vulnerables. Para saberlo con certeza, se deben realizar estudios de detalle, analizando el hielo de la superficie de los glaciares y tratar de dilucidar por qué se está oscureciendo poco a poco”, puntualiza.

El vicedecano de la FCFM e investigador de este estudio, James McPhee, concluye que es muy pronto para saber cómo van a variar exactamente las masas de estos glaciares, pero añade que los estudios y estimaciones indican que “los glaciares van a lograr un nuevo equilibrio con el clima, en la medida que el clima del planeta se estabilice”.

“Ese balance, en la mayoría de los casos, significa glaciares más pequeños, ubicados en mayor altura y con un aumento de proporción de glaciares cubiertos por detritos o rocosos. Los resultados del análisis muestran también que la variabilidad de la precipitación juega un rol importante en determinar la velocidad de retroceso y dinámica general de los glaciares de la zona central, por lo que caracterizar adecuadamente la precipitación es tan importante como definir tendencias de calentamiento confiables”, concluye.