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Llevamos décadas perdiendo hielo ártico: estas son las consecuencias

Fuente:  nobbot.com
 
Proteger el hielo resulta imprescindible no solo para los osos polares, figura clásica asociada al cambio climático. Disponer de menos hielo sobre la superficie del planeta reduce su albedo, lo que aumenta la capacidad de la superficie de captar radiación solar. Además, el consecuente vertido de agua dulce a los océanos está desestabilizando las corrientes oceánicas.

La gráfica mostrada (Arctic sea ice, de Zachary Labe) muestra la extensión de hielo ártico, medido en millones de kilómetros cuadrados, en relación al momento del año en que se realizan las mediciones. Estas cifras se basan en fotografías satelitales y en datos libres de la National Snow & Ice Data Center, que lleva monitorizando estos valores mes a mes desde 1979.

Como puede observarse en el gráfico, que muestra las medias de los años 1980, 1990 y 2000, la cantidad de hielo en el Ártico no es constante a lo largo del año. Existe un proceso natural por el que el calor funde hielo de marzo a septiembre y este se deposita de octubre a marzo. Sin embargo, se observa una tendencia decreciente a medida que pasan los años y décadas.

Aunque algunos años destacan por resultar más fríos que la media de décadas pasadas en ciertos meses —como ocurre en marzo y abril de 2012 con respecto a la década de los 2000—, la tendencia generalizada indica que cada año hay menos hielo ártico, especialmente en verano.

Aceleración en el avance de los glaciares y las plataformas de hielo

Según uno de los últimos estudios publicados al respecto, ‘El récord de calor del océano continuó en 2019’, Lijin Cheng et al. indican que la temperatura del océano en 2019 fue de 0,075ºC por encima del promedio registrado entre 1981 y 2010. Esto tiene un importante impacto en los glaciares, que se funden a mayor velocidad.

Los glaciares son grandes lenguas de hielo compactado de decenas de metros de altura. Surgidos por compactación de nieve, todos los glaciares avanzan lentamente bajo el efecto de su propio peso. Los glaciares terminan en su frente o cabeza, bien en una morrena —un conjunto de sedimentos arrastrados por el propio glaciar que hacen de barrera— o en una masa de agua como es el mar.

Cuando el frente del glaciar acaba en una morrena, está parcialmente aislado del calentamiento del agua. Sin embargo, casi todos los glaciares desembocan en mares u océanos, y esto tiene como consecuencia que se están erosionando a gran velocidad. A temperaturas oceánicas normales, el frente del glaciar se funde lentamente, no así con agua a alta temperatura.

 Cuando la lengua de hielo llega a tocar el océano, el agua caliente funde la base del glaciar y puede penetrar incluso cientos de metros bajo la lengua de hielo, desestabilizando la plataforma y desgajando grandes icebergs. Sin el freno que supone su propio frente, cuando este cae al océano el resto del glaciar avanza, y el ciclo vuelve a empezar.

El resultado de todo este proceso acelerado son glaciares con menos área y menos altura. Según el gráfico inferior, que muestra la tendencia de grosor de los glaciares a medida que pasan los años (1970-2005), casi la totalidad de ellos son cada vez más finos.

 Asistimos al peor escenario de deshielo del IPCC

El IPCC, o Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, es una organización intergubernamental de las Naciones Unidas cuyo objetivo es dar a conocer el estado del cambio climático, al tiempo que realizan prospecciones a futuro sobre su impacto en el planeta y en nuestra sociedad.

Parte de su trabajo se condensa en los ‘Informes especiales del IPCC’, que analizan en uno de los capítulos las regiones polares, emitiendo proyecciones futuras en base a las tendencias presentes. Por desgracia, el deshielo del Ártico ha superado los peores escenarios propuestos por este panel en su último informe.

El agua del océano se está calentando más rápido que el peor escenario que podía concebirse en base a la evidencia de hace unos años. Esto provoca que tanto el Ártico como la Antártida pierdan hielo a gran velocidad, lo que deriva en un incremento del nivel del mar en todo el mundo. Este año es el primero en que el Mar de Laptev no se congela en octubre.

¿Por qué es importante conservar el hielo?

 La base a la inercia térmica de los océanos del mundo y a la actual contaminación atmosférica, incluso si la humanidad dejase de emitir gases de efecto invernadero con carácter inmediato, el agua de los océanos se seguirá calentando durante unas décadas, y se seguiría perdiendo masa de hielo ártico. ¿El problema? Toda esta agua fundida también contribuye al cambio climático.

En uno de los últimos artículos al respecto, ‘Calentamiento global debido a la pérdida de grandes masas de hielo y el hielo marino del verano ártico’, Nico Wunderling et al. estiman que, incluso sin emisión extra de CO2eq, la temperatura global de los océanos aumentaría entre 0,39ºC y 0,46ºC únicamente debido a la presencia de más agua dulce.

En otro estudio también reciente se ha demostrado que en lugares como la Antártida se están liberando grandes masas de metano (CH4) debido al calentamiento global. El metano es un gas con un elevadísimo efecto potenciador del cambio climático, mucho más que el CO2.

Al tiempo, la reducción del albedo (irradiancia solar rebotada) debido a la fusión del hielo hace que la superficie del planeta almacene más calor. Este efecto se conoce desde hace más de una década, y puede contribuir aún más al cambio climático.

La ventana para la descarbonización se hace cada vez más pequeña y su abordaje más necesario. El tiempo que hay para reaccionar es cada año más corto, tal y como muestran todos los informes sobre el cambio climático, y las acciones siguen sin ser suficientes. Perder el hielo ártico en invierno podría ser catastrófico para las corrientes de medio mundo, así como para una población mundial concentrada en las costas.