Fuente: eldivisadero.cl
A fines de septiembre, sesionó el Comité Regional de Cambio Climático, una instancia multidisciplinaria que es liderada por la Intendenta y la Seremi de Medio Ambiente. Se trata de una comisión que incluye también a la academia y diversas organizaciones sociales ligadas al cuidado y preservación del medio ambiente, para trabajar en torno a la elaboración de políticas públicas que ayuden a revertir el negativo impacto de la contaminación en nuestra zona.
En la oportunidad, la Unidad de Glaciología de la Dirección General de Aguas del Ministerio de Obras Públicas, encabezada por su jefe, Jorge O’Kuinghttons, entregó los resultados de una serie de mediciones históricas realizadas en los glaciares de Campos de Hielo Norte y Sur, los que también dan cuenta de un terrible impacto en estas masas de agua.
O’Kuinghttons explica que “la DGA en los últimos años ha realizado significativos esfuerzos en instrumentalizar, mediante la instalación de estaciones glacio-meteorológicas, tanto la vertiente occidental como oriental de Campo de Hielo Norte y Sur. En base a los datos obtenidos por estas estaciones, se pudo mostrar al Comité Regional de Cambio Climático, en detalle, el comportamiento de distintas variables meteorológicas en ambas vertientes de Campo de Hielo Sur”.
En relación a dicha observaciones, el experto señala notorias diferencias en el clima del sector occidental (costero) y oriental (hacia el interior de Campo de Hielo) que han ido teniendo un impacto en el comportamiento de los glaciares.
Bajan las precipitaciones y aumentan las temperaturas
Al analizar el factor de las precipitaciones, “las tendencias a largo plazo muestran disminuciones, es así como en el sector costero (Puerto Aysén) se estima una tasa de disminución de precipitaciones de aproximadamente 300 mm por década, tendencia observada desde la década del 90 hasta esta parte”.
O’Kuinghttons alerta sobre los efectos de esta tendencia, pues señala que “es probable que esta situación sea extrapolable al resto de la región. En cualquier caso, la disminución de precipitaciones asociada al incremento de temperatura, tiene como consecuencia balances de masa negativos en la mayoría de los glaciares de Patagonia, situación que explica los acelerados proceso de retrocesos en sus frentes”.
Por ejemplo, si se analiza el factor de las temperaturas, se observan “tendencias a largo plazo, tales como el incremento del promedio de temperaturas máximas en verano, situación que se advierte desde la década del 70 hasta esta parte (Según lo observado en estaciones históricas localizadas en valles de la región de Aysén)”.
Al analizar el factor de las precipitaciones, “las tendencias a largo plazo muestran disminuciones, es así como en el sector costero (Puerto Aysén) se estima una tasa de disminución de precipitaciones de aproximadamente 300 mm por década, tendencia observada desde la década del 90 hasta esta parte”.
O’Kuinghttons alerta sobre los efectos de esta tendencia, pues señala que “es probable que esta situación sea extrapolable al resto de la región. En cualquier caso, la disminución de precipitaciones asociada al incremento de temperatura, tiene como consecuencia balances de masa negativos en la mayoría de los glaciares de Patagonia, situación que explica los acelerados proceso de retrocesos en sus frentes”.
Por ejemplo, si se analiza el factor de las temperaturas, se observan “tendencias a largo plazo, tales como el incremento del promedio de temperaturas máximas en verano, situación que se advierte desde la década del 70 hasta esta parte (Según lo observado en estaciones históricas localizadas en valles de la región de Aysén)”.
Impacto en la comunidad
Esto termina teniendo un impacto, muchas veces, directo y sorpresivo en el diario vivir de las comunidades que habitan en nuestra región.
Por ejemplo, el jefe de Glaciología de la DGA, detalla que “hay varios efectos asociados. Uno de los principales tiene que ver con el aumento en altura de la isoterma asociada a los 0°, lo que indica que tenemos precipitaciones en estado líquido en lugares en donde antes precipitaba, referentemente, en estado sólido. Esto tiene como consecuencia cambios en los regímenes de escurrimiento de las aguas, teniendo crecidas con tiempo de respuesta menores, más explosivas por lo tanto, con riesgo mayores y por otro lado periodos de estiaje más severos, o sea caudales menores en periodos más prologados, situación que complejiza la utilización del recurso”.
En otras palabras, al escurrir en poco tiempo, los caudales de los ríos se hacen menos constantes. Con eventos de grandes crecidas con sus consecuentes inundaciones y con bajas importantes de caudales (incluso eventos de sequías) más largas, impactando directamente a varios sectores productivos, principalmente ligados a la agricultura y ganadería.
Sin embargo, O’Kuinghttons también señala que se ha observado “un incremento en número y superficie de lagunas represadas por glaciares, lagunas que dado la precariedad de las estructuras que las represan, representan un riesgo para las personas e infraestructura que se localiza aguas abajo, esto, frente a eventuales descargas abruptas”. Eventos que han ido aumentando en el tiempo y que terminan en grandes crecidas que terminan en inundaciones, pérdidas de casas, animales, daños a los campos y daños a la infraestructura pública, entre muchos otros perjuicios.
Esto termina teniendo un impacto, muchas veces, directo y sorpresivo en el diario vivir de las comunidades que habitan en nuestra región.
Por ejemplo, el jefe de Glaciología de la DGA, detalla que “hay varios efectos asociados. Uno de los principales tiene que ver con el aumento en altura de la isoterma asociada a los 0°, lo que indica que tenemos precipitaciones en estado líquido en lugares en donde antes precipitaba, referentemente, en estado sólido. Esto tiene como consecuencia cambios en los regímenes de escurrimiento de las aguas, teniendo crecidas con tiempo de respuesta menores, más explosivas por lo tanto, con riesgo mayores y por otro lado periodos de estiaje más severos, o sea caudales menores en periodos más prologados, situación que complejiza la utilización del recurso”.
En otras palabras, al escurrir en poco tiempo, los caudales de los ríos se hacen menos constantes. Con eventos de grandes crecidas con sus consecuentes inundaciones y con bajas importantes de caudales (incluso eventos de sequías) más largas, impactando directamente a varios sectores productivos, principalmente ligados a la agricultura y ganadería.
Sin embargo, O’Kuinghttons también señala que se ha observado “un incremento en número y superficie de lagunas represadas por glaciares, lagunas que dado la precariedad de las estructuras que las represan, representan un riesgo para las personas e infraestructura que se localiza aguas abajo, esto, frente a eventuales descargas abruptas”. Eventos que han ido aumentando en el tiempo y que terminan en grandes crecidas que terminan en inundaciones, pérdidas de casas, animales, daños a los campos y daños a la infraestructura pública, entre muchos otros perjuicios.
Retroceso en los glaciares
Para el especialista de la DGA, “la combinación de estas variables tiene como consecuencia balances de masa negativos en la mayoría de los glaciares de Patagonia, registrándose acelerados proceso de retrocesos en sus frentes, tales como los observados en los Glaciares O’Higgins y Jorge Montt”.
Para ejemplificarlo, explica que “se puede observar el actual frente glaciar. En las líneas de colores se ha querido mostrar la localización de los frentes en distintos momentos históricos a fin de poder analizar los niveles de retroceso, se puede apreciar por ejemplo que el glaciar O’Higgins desde 1945 a la fecha ha retrocedido cerca de 15 kilómetros”.
¿Qué hacer?
Luego de conocer este desalentador informe, Jorge O’Kuinghttons señala que el objetivo es generar metas a futuro, como “la próxima finalización a fines de año del segundo catastro de glaciares en Chile, implementación de la primera ruta de nieve en la región de Aysén y los desafíos asociados a disminuir los niveles de vulnerabilidad de la población frente a fenómenos bruscos relacionados al calentamiento global, como lo son las descargas abruptas de lagos represados por glaciares, fenómenos conocidos como GLOFs, esto en una región que concentra una gran cantidad de lagos en esta condición”.
Por su parte, la Seremi de Medio Ambiente, Mónica Saldías, pone el énfasis en que “si bien no somos una región que aporte grandes cantidades de gases de efecto invernadero, sí somos una región que se ve afectada por el cambio climático. Somos altamente vulnerables”.
Por eso apunta a “trabajar en la adaptación y la mitigación, es por eso que se actualizó este Comité Regional de Cambio Climático”. “Tenemos que ir tomando las medidas respectivas para adaptarnos a estos cambios climáticos que producen inundaciones en poca cantidad de horas, en grandes áreas de terreno, con la consecuente afectación a los caminos, puentes y los terrenos agrícolas”, señala.
Para el especialista de la DGA, “la combinación de estas variables tiene como consecuencia balances de masa negativos en la mayoría de los glaciares de Patagonia, registrándose acelerados proceso de retrocesos en sus frentes, tales como los observados en los Glaciares O’Higgins y Jorge Montt”.
Para ejemplificarlo, explica que “se puede observar el actual frente glaciar. En las líneas de colores se ha querido mostrar la localización de los frentes en distintos momentos históricos a fin de poder analizar los niveles de retroceso, se puede apreciar por ejemplo que el glaciar O’Higgins desde 1945 a la fecha ha retrocedido cerca de 15 kilómetros”.
¿Qué hacer?
Luego de conocer este desalentador informe, Jorge O’Kuinghttons señala que el objetivo es generar metas a futuro, como “la próxima finalización a fines de año del segundo catastro de glaciares en Chile, implementación de la primera ruta de nieve en la región de Aysén y los desafíos asociados a disminuir los niveles de vulnerabilidad de la población frente a fenómenos bruscos relacionados al calentamiento global, como lo son las descargas abruptas de lagos represados por glaciares, fenómenos conocidos como GLOFs, esto en una región que concentra una gran cantidad de lagos en esta condición”.
Por su parte, la Seremi de Medio Ambiente, Mónica Saldías, pone el énfasis en que “si bien no somos una región que aporte grandes cantidades de gases de efecto invernadero, sí somos una región que se ve afectada por el cambio climático. Somos altamente vulnerables”.
Por eso apunta a “trabajar en la adaptación y la mitigación, es por eso que se actualizó este Comité Regional de Cambio Climático”. “Tenemos que ir tomando las medidas respectivas para adaptarnos a estos cambios climáticos que producen inundaciones en poca cantidad de horas, en grandes áreas de terreno, con la consecuente afectación a los caminos, puentes y los terrenos agrícolas”, señala.
¿Se puede mitigar?
Al respecto, el limnólogo del CIEP, Brian Reid, señala que “después de retroceder los glaciares, no solo hay mayor inestabilidad en términos de nacimiento de lagos, sino que hay muchos más lagos formados en los frentes glaciares. Eso afecta los caudales, quizás con mayor estabilidad y menos sedimentos arrastrados aguas abajo”. No obstante, agrega que estos aumentos traen problemas “cuando fallan las represas naturales de estos lagos, que son formaciones muy jóvenes”.
El investigador pone como ejemplo que en nuestra zona geográfica se da una situación particular por “la poca infraestructura y baja densidad poblacional. Sin embargo, las excepciones son tremendamente llamativas: Villa Santa Lucía, o Chaitén”, son claros ejemplos de lo que puede ocurrir en eventos de esta magnitud.
Sin embargo, uno de los principales problemas a la hora de enfrentar este tipo de eventos es que no existe un catastro de este tipo de riesgos. El investigador señala que se trata de un “cálculo más complicado. Sé que varios grupos internacionales y colaboraciones chilenas, están abordando este tema, pero no hay catastro de este tipo de riesgo”.
“Un avance importante sería un catastro de zonas sensibles a inundaciones, un insumo importante en la planificación territorial”, señala.
Por lo mismo, Brian Reid reitera: “hay que conocer antes que mitigar. Si no, qué estamos mitigando. Así que tenemos que saber más sobre cómo las caudales están cambiando aguas abajo de los glaciares. Hay que saber las tendencias en ríos en general. Estamos en un territorio enorme con recursos hídricos abundantes e igualmente diversos. Pero no hay investigadores (como nivel doctorado) con formación en hidrología, no en Aysén ni en la macrozona”.
Al respecto, el limnólogo del CIEP, Brian Reid, señala que “después de retroceder los glaciares, no solo hay mayor inestabilidad en términos de nacimiento de lagos, sino que hay muchos más lagos formados en los frentes glaciares. Eso afecta los caudales, quizás con mayor estabilidad y menos sedimentos arrastrados aguas abajo”. No obstante, agrega que estos aumentos traen problemas “cuando fallan las represas naturales de estos lagos, que son formaciones muy jóvenes”.
El investigador pone como ejemplo que en nuestra zona geográfica se da una situación particular por “la poca infraestructura y baja densidad poblacional. Sin embargo, las excepciones son tremendamente llamativas: Villa Santa Lucía, o Chaitén”, son claros ejemplos de lo que puede ocurrir en eventos de esta magnitud.
Sin embargo, uno de los principales problemas a la hora de enfrentar este tipo de eventos es que no existe un catastro de este tipo de riesgos. El investigador señala que se trata de un “cálculo más complicado. Sé que varios grupos internacionales y colaboraciones chilenas, están abordando este tema, pero no hay catastro de este tipo de riesgo”.
“Un avance importante sería un catastro de zonas sensibles a inundaciones, un insumo importante en la planificación territorial”, señala.
Por lo mismo, Brian Reid reitera: “hay que conocer antes que mitigar. Si no, qué estamos mitigando. Así que tenemos que saber más sobre cómo las caudales están cambiando aguas abajo de los glaciares. Hay que saber las tendencias en ríos en general. Estamos en un territorio enorme con recursos hídricos abundantes e igualmente diversos. Pero no hay investigadores (como nivel doctorado) con formación en hidrología, no en Aysén ni en la macrozona”.
La clave es entender para actuar
En este diagnóstico, coincide la oceanógrafa del CIEP, Bárbara Jacob, quien se ha dedicado en los últimos años a estudiar el impacto del cambio climático en los fiordos de Aysén. Señala que “el estudio de los impactos físicos, biogeoquímicos, biológicos y ecológicos de la descarga de agua de deshielo en la Patagonia requiere de urgente investigación, dado que existe evidencia publicada de que los ecosistemas marinos con influencia directa de grandes glaciares sustentan una alta productividad de las microalgas y consecuentemente altos desembarques de recursos pesqueros”.
“A pesar del creciente incremento de los esfuerzos nacionales e internacionales de investigar el impacto del retroceso de los glaciares en los ecosistemas marinos, aún falta mucho por comprender la dimensión biológica de la exportación de agua dulce al interior de estos ecosistemas altamente sensibles en Patagonia”, insiste.
La especialista sugiere la importancia de un trabajo mancomunado entre distintos actores y disciplina que permita crear “comunidades de investigación científica” para generar “un amplio interés en los resultados de esta temática a través de una amplia gama de disciplinas científicas”. Sin embargo, señala que esos “resultados de las investigaciones deberían ser expuestas y organizadas en sesiones nacionales e internacionales donde puedan participar un gran número de científicos para presentar y discutir los alcances y los impactos de los resultados”.
Y no solamente que esos estudios estén a disposición de la comunidad científica, Bárbara Jacob plantea la importancia de clave de crear “un sitio web y otras redes sociales que permitan difundir los proyectos y comunicar a la sociedad civil, con la aspiración de la construcción de capacidades a través de la concientización de los impactos del retroceso de los glaciares en los diferentes sectores de la sociedad”.
Y “una vez que el conocimiento científico está disponible, es clave la formulación de políticas, planes, programas, estrategias y proyectos por parte de diferentes entidades gubernamentales para el planteamiento de políticas públicas que permitan la sustentabilidad de los ecosistemas de la Patagonia bajo un escenario cambiante”.
En este diagnóstico, coincide la oceanógrafa del CIEP, Bárbara Jacob, quien se ha dedicado en los últimos años a estudiar el impacto del cambio climático en los fiordos de Aysén. Señala que “el estudio de los impactos físicos, biogeoquímicos, biológicos y ecológicos de la descarga de agua de deshielo en la Patagonia requiere de urgente investigación, dado que existe evidencia publicada de que los ecosistemas marinos con influencia directa de grandes glaciares sustentan una alta productividad de las microalgas y consecuentemente altos desembarques de recursos pesqueros”.
“A pesar del creciente incremento de los esfuerzos nacionales e internacionales de investigar el impacto del retroceso de los glaciares en los ecosistemas marinos, aún falta mucho por comprender la dimensión biológica de la exportación de agua dulce al interior de estos ecosistemas altamente sensibles en Patagonia”, insiste.
La especialista sugiere la importancia de un trabajo mancomunado entre distintos actores y disciplina que permita crear “comunidades de investigación científica” para generar “un amplio interés en los resultados de esta temática a través de una amplia gama de disciplinas científicas”. Sin embargo, señala que esos “resultados de las investigaciones deberían ser expuestas y organizadas en sesiones nacionales e internacionales donde puedan participar un gran número de científicos para presentar y discutir los alcances y los impactos de los resultados”.
Y no solamente que esos estudios estén a disposición de la comunidad científica, Bárbara Jacob plantea la importancia de clave de crear “un sitio web y otras redes sociales que permitan difundir los proyectos y comunicar a la sociedad civil, con la aspiración de la construcción de capacidades a través de la concientización de los impactos del retroceso de los glaciares en los diferentes sectores de la sociedad”.
Y “una vez que el conocimiento científico está disponible, es clave la formulación de políticas, planes, programas, estrategias y proyectos por parte de diferentes entidades gubernamentales para el planteamiento de políticas públicas que permitan la sustentabilidad de los ecosistemas de la Patagonia bajo un escenario cambiante”.